Ruinas romanas de Volubilis


Las ruinas romanas de Volubilis son un lugar espectacular en el que puedes comprobar la huella del Imperio Romano y que todavía perdura en el país y que se encuentra en una zona de aproximadamente 20 hectáreas que se encuentra a 30 kilómetros de la ciudad de Meknes. Perteneciente a Marruecos, Volubilis es una ciudad en continuo crecimiento y que se encuentra en la región conquistada por Mauritania. En ella puedes ver monumentos, una basílica, varios templos, diversos bustos de bronce y hasta un arco del triunfo.

Las ruinas de Volubilis están en una pequeña meseta elevada y en el año 1997 fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Estas ruinas, y la ciudad en sí, son una clara muestra del poderío romano en lo que ahora es el corazón de Marruecos. Los restos de los diversos palacios conservan aún ruinas con enormes piscinas, mosaicos, termas de vapor o enormes columnas. Fue abandonada en el siglo XVII y después de varios siglos de decadencia todavía se pueden ver los restos que quedan de diversas construcciones como la Basílica, las Termas de Galieno, el Capitolio o la Casa de Orfeo.

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Viajar a Tánger


Tánger está considerada la puerta de entrada a Marruecos y a África en general, parece una ciudad pequeña pero en realidad no lo es tanto, aunque sí es cierto que un par de días son suficientes para conocer lo más interesante, así que es el destino ideal si lo que quieres es hacer una escapada corta. Puedes llegar en avión o en ferry. El puerto es una de las zonas más bonitas, con muchos restaurantes y mucha vida social. Está al lado de la parte antigua de la ciudad, conocida como “La Medina”, y que es un zoco enorme en donde te encontrarás muchos puestos en todas las calles.

Desde “La Medina” puedes ir a “La Cashaba”, donde al subir las cuestas verás las típicas casas blancas de la ciudad y cuando traspases sus murallas te encontrarás con el Palacio Dar el Makhzen, un impresionante lugar que tiene varios jardines, una mezquita, casas de época y unas vistas al mar fantásticas. Tiene además 7 puertas reales que están diseñadas por los artesanos más prestigiosos de la ciudad, pero no está permitida la entrada al otro lado de esas puertas. Es el palacio más grande del país.

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Viajar a Casablanca


Casablanca es una de las ciudades africanas más conocidas, gracias principalmente a la película que llevaba su nombre y que está protagonizada por Humbrey Bogart. Es la ciudad más grande de Marruecos y está en la costa atlántica a 80 kilómetros de Rabat, la capital del país. Tiene aproximadamente cinco millones de habitantes y es una ciudad muy romántica y visitada por miles de turistas cada año. Hoteles lujosos y elegantes y paisajes espectaculares hacen de Casablanca un destino estupendo para pasar unos días.

Uno de los lugares más atractivos es la Gran Mezquita de Hassan II, situada en el Boulevard Sidi Mohammed Ben Abdallah y que es el templo más alto del mundo y el segundo más grande después de La Meca. En su interior puede albergar nada menos que a 90.000 personas. Casi nada, aunque algo lógico teniendo en cuenta que mide 30.000 metros cuadrados entre los que también hay una escuela coránica, salas de conferencias, bibliotecas y hasta un aparcamiento subterráneo.
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Sidi Ifni


Sidi Ifni está situada en la costa atlántica africana, en Marruecos, casi a la misma altura que las islas Canarias. El ambiente español y su arquitectura Art-decò son dos motivos para visitar esta bonita ciudad. Además, la que en su día era conocida como “La Ciudad de las Flores”, goza de un microclima especial que se ha convertido hoy en día en un lugar de encuentro para los amantes del surf.

Al llegar al centro de la ciudad, lo primero que verás será la antigua Plaza de España, hoy conocida como la Plaza de Hassan II. Es un edificio de formas redondeadas que, en lo alto de su fachada, y labrado en piedra, exhibe el escudo preconstitucional. En la Plaza, además, también están el ayuntamiento y el edificio del antiguo Palacio del Gobernador, actualmente acondicionado para recepciones oficiales y como residencia para visitantes distinguidos.


Todos los edificios están pintados en tonos pastel y están en muy buenas condiciones. Abundan los edificios Art-decò como el de la iglesia principal, que es ahora el Palacio de justicia, o el Hotel España, hoy Hotel Bellevue.

En Junio tienen lugar la celebración de sus fiestas que duran toda una semana. Eligen estos días ya que el número de turistas por estas fechas es menor. Todos los habitantes celebran estos días con música y mucha comida. La celebración se lleva a cabo en un antiguo campo de aviación.


Como ya te hemos comentado, el viento ha comenzado a traer ingresos en la zona, pues Ifni figura en el mapa del surf internacional. Cuidado con las olas ya que pueden llegar a ser enormes. Los surfistas que practican aquí, son expertos en la materia y también conocen los problemas con las fuertes corrientes que se producen en la zona.

Atrévete con esta cita con el surf y la calma.

Marruecos, un país lleno de encantos y misterio

Para los que aún no sepan que hacer estas vacaciones, Marruecos se revela como una alternativa asequible, económica y, además, con buen tiempo asegurado. Compañías a bajo coste como Ryan Air o Easy Jet, ofrecen vuelos a precios regalados a ciudades como Marrakech o Casablanca desde distintas localidades españolas.

Casablanca, conocida por la película homónima de Víctor Fleming, es un punto de partida idóneo para las personas que quieran conocer la pobreza y miseria del país. Ofrece una visión más realista que la de otras ciudades más enfocadas al turismo como Fez, Rabat o Marrakech.


Sin embargo, no deja de ser, en opinión de muchos, una ciudad oscura, sucia y con muchísima pobreza. El buque insignia de la ciudad es, sin duda alguna, la Mezquita Hassan II, el monumento religioso más grande del mundo después de La Meca y abierto a todos los turistas (aunque no sean musulmanes).Aunque diseñada por un arquitecto francés, todos los materiales utilizados de su construcción son autóctonos.

La Mezquita, que fue construida en conmemoración del 60 cumpleaños del rey Hassan II, puede acoger entre su interior y exterior más de 100.000 personas. Su minarete, el más alto del mundo, es visible desde muchos kilómetros alrededor.

La avenida de Mohammed V, que viene a ser algo así como la Gran Vía madrileña, recoge pequeños hoteles y restaurantes donde comer los platos típicos, como el pescado frito (con las manos), o la langosta. No debemos olvidar que Casablanca es el principal puerto del país y la calidad de su pescado es inmejorable.

Una vuelta por La Corniche (paseo marítimo) o cualquiera de las dos medinas, la nueva o la antigua, son igualmente aconsejables. Pero, sin duda alguna, para los románticos no puede faltar una visita al Rick’s Cafe, donde rememorar la mítica frase –nunca dicha- de “Tócala otra vez, Sam”

Proseguimos viaje hacia Marrakech, no sin antes recomendar al viajero que procure, siempre que sea posible, hospedarse en alojamientos de 4-5 estrellas (la calidad no es comparable a la de hoteles de otros países), no beber agua, verduras crudas o fruta sin pelar y, sobre todo, ir dispuestos a respetar las costumbres ajenas.

Es difícil hacer alguna recomendación sobre Marrakech, puesto que todo él es recomendable. Para los que vayan con poco tiempo, que no se pierdan la plaza de Jemaa el Fna y sus zocos. Un universo de colores y sensaciones difícil de encontrar, incluso en otras localidades marroquíes y que constituye el centro neurálgico de la ciudad.

La plaza, que es un vivo reflejo de las plazas del medievo, es lugar de encuentro de vendedores, músicos, acróbatas y un espacio fascinante a la caída de la tarde. El zoco de Semmarin, cercano de la plaza, es ideal para oler, admirar y disfrutar regateando. ¡Ojo!. En Marruecos el regateo es práctica habitual, así que no está de más hacer los mismo que los autóctonos.

Las murallas, con sus puertas impresionante de Bab Doukkala, Bab el Themis, Bab El Jadid, Bab el Debbah, Bab er Robb y Bab Agnau, son otro de los monumentos dignos de ser vistos en la ciudad, al mismo tiempo que son difíciles de no ver.

El palacio real o Dar El Makhen constituye otro de los edificios dignos de ser vistos. Sin embargo, poco tiene que ver con los palacios europeos comunes. De origen almohade y posteriormente agrandado y embellecido por las dinastías posteriores, sus joyas son el Mechouar (patio de armas) y el Gran Mechouar, donde tenían lugar distintas clases de eventos.

Por último, no podemos olvidarnos del paisaje de grandes contrastes de la ciudad. Los jardines como el de Agdal o de la Menara, con sus estanques, palmerales y todo tipo de vegetación semi desértica contribuyen al colorido y viveza de Marrakech, lo que demuestra que Marruecos es mucho más que mezquitas.

Y si queremos proseguir más viajes por otras ciudades imperiales o fortificadas, o incluso adentrarnos en el desierto, recomendamos fehacientemente utilizar el tren. No sólo es rápido, sino también muy barato, no acumula retrasos y se viaja más cómodamente que en autobús. Eso sí, no merece la pena viajar en primera, puesto que no hay grandes diferencias con respecto a la clase más económica.