Castillo de Chenonceau: un enclave de ensueño (y con mucha intriga) en el Valle del Loira

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El Valle del Loira es una de las zonas más turísticas de Francia. Alberga diferentes municipios, rutas gastronómicas, senderos por la naturaleza… Es decir, ofrece numerosas posibilidades para recorrer. Y una de ellas son los castillos. Aquí se encuentran algunos de los más renombrados y reconocidos no solo en el país, sino también a nivel mundial. Las opciones, como siempre, son diversas, pero aquí va una que no debes perderte: el Castillo de Chenonceau.

El castillo

Una de las visitas imprescindibles en el Valle del Loira es el Castillo de Chenonceau. Varios aspectos son los que destacan. Uno de los más llamativos y únicos es la llamada de la Botica de la Reina, un conjunto de vitrinas y boiseries procedentes de un palacio florentino y una colección de 500 frascos, balanzas, morteros y recipientes de cerámica. Son artículos que se remontan al siglo XIX.

Esta botica era un lugar secreto en el que Catalina de Médicis, conocida como la Reina Negra y que fue reina de Francia al casarse con Enrique de Valois, se reunía con Nostradumus para preparar ungüentos y remedios. Se rumorea que también algún veneno como el que se dice que mató a su rival Juana de Abret, madre de Enrique III de Navarra, o con el que puso fin a la vida del hermano de su esposo, el delfín primogénito del monarca francés, que le permitió subir al trono.

Chenonceau alberga otras curiosidades. Por ejemplo, es conocido también como Castillo de las Damas. Un nombre que recibe no solo por Catalana de Médicis, sino también por Katherine Briçonnet, quien lo edificio en 1513; Diana de Poitiers, quien fue la encargada de embellecerlo y Madame Dupin, quien lo salvó de los rigores de la Revolución.

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Aparte de esto, el castillo aún tiene más atractivos. Uno de ellos es su aspecto exterior en el que se observa el puente con la galería de dos plantas encima que franquea el río Cher, afluente del Loira. También hay que fijarse en las curvas sensuales de las torrecillas. Sus alrededores son igualmente excepcionales. Es habitual por ello recorrerlo en bici o atravesarlo en piragua para ver todo a la perfección todo su exterior.

Y, ¿qué sucede en su interior? ¿Es realmente interesante? La respuesta es que sí. En cada rincón se observa la mano de las diferentes damas con las que ha estado relacionado.

Al margen ya de esos detalles, es importante fijarse en su estilo renacentista y en las diferentes colecciones de arte, de un valor incalculable. Además, la visita también merece la pena porque las estancias están muy bien conservadas y permite observar y conocer toda la fastuosidad de la época con la riqueza del mobiliario y las decoraciones. Incluso hay algunas salas que son más que un fiel reflejo de aquella época porque conservan todos los elementos y es como estar en un lugar en el que el tiempo se ha parado.

En relación a las obras de arte, destacan las de artistas como, por ejemplo, Murillo, Tintoretto, Nicolás Poussin, Correggio, Rubens, Van Loo o Primaticcio, entre otros. Igualmente, alberga una colección de tapices. Este es precisamente otro de sus encantos, ya que algunos de ellos son bastante raros y extraños. Su procedencia es Flandes en el siglo XVI.

Otros puntos de interés son las cocinas. Es curioso ver cómo están instaladas en los pilares del puente. Es una parte del castillo muy realista en la que casi se nota el olor de las marmitas que impregna la zona de comedor, carnicería, despensa y cocina. Pero todo esto son solo algunos de los atractivos que ofrece este castillo que ofrece otras muchas posibilidades para recorrer.

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